Nuestro propósito común

Estrategia 6: Inspirar una cultura de compromiso mutuo y con la democracia constitucional

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Estrategia 6: Inspirar una cultura de compromiso mutuo y con la democracia constitucional

«La ciudadanía también es una responsabilidad colectiva. No es solo individual y familiar, sino que también tenemos un interés mutuo en el futuro de cada uno... sobre todo en una época en la que la sociedad se encuentra tan fracturada».

—Los Ángeles (California)

 

Concluimos con nuestra cultura cívica.

En las recomendaciones de la estrategia 6 nos proponemos inspirar una cultura de compromiso con la democracia constitucional estadounidense y con nuestros conciudadanos. En estas recomendaciones se imagina un futuro en el que se espera que todo estadounidense cumpla con un servicio nacional y se le pague por hacerlo. Se conciben conversaciones en el ámbito nacional para conciliar los aspectos nobles de nuestra historia con los grandes pecados que hemos cometido; un ecosistema efervescente de reuniones, rituales, ceremonias y debates públicos en los que los estadounidenses dialoguemos sobre lo que significa ser ciudadano; e iniciativas de los medios públicos de comunicación para apoyar el compromiso en las comunidades de base. En las recomendaciones también se exige que invirtamos en la enseñanza de la educación cívica en todas las edades y en docentes que la impartan.

La estrategia 6 fue quizá la más difícil para la Comisión. A pesar de contar con una larga tradición que reconoce la importancia de la cultura cívica en la democracia estadounidense, se ha trabajado mucho menos en la reforma de la cultura que en la de las instituciones o la sociedad civil. En momentos de crisis hemos visto lo que es posible cuando los estadounidenses se sienten inspirados a servir al país y a sus compatriotas, pero ese potencial se ha desvanecido con demasiada frecuencia. La cultura es difícil de medir: no se la puede captar en detalle con unas simples estadísticas, como los de la concurrencia a las urnas. En 2020, el término «cultura» se acompaña con demasiada frecuencia de la palabra «guerra», lo cual esperamos evitar.

La cultura no es un proceso aislado. La cultura cívica enfermiza de Estados Unidos refleja, en gran parte, los fracasos de nuestras instituciones. Reformar esas instituciones y fortalecer la sociedad civil —en lo cual se centran las otras cinco estrategias— obrará maravillas por la cultura cívica. De hecho, las páginas de este informe no contienen ninguna recomendación que no reporte un efecto beneficioso en la cultura, ya que el mejor remedio para la falta de compromiso es crear una democracia en la que podamos creer.

No obstante, la importancia de la cultura también exige que la tratemos como su propio punto de partida. Eso hemos hecho en las recomendaciones de la estrategia 6. Cada una se ha concebido para que fomente una cultura de compromiso mutuo y con la democracia constitucional. Esperamos que todas ellas les recuerden a los estadounidenses el valor de la democracia constitucional y el vínculo que nos une a todos.

Después de que en 2018 se retiraran del parque Cheapside dos estatuas conmemorativas de la Confederación, la Fundación Comunitaria Blue Grass, la Fundación Knight y la coalición Recuperemos a Cheapside (Take Back Cheapside) organizaron una serie de caminatas llamadas Cómo Reimaginar la Narración Pública de Relatos de Cheapside para revelar la historia completa de la comunidad y promover el diálogo.
Después de que en 2018 se retiraran del parque Cheapside dos estatuas conmemorativas de la Confederación, la Fundación Comunitaria Blue Grass, la Fundación Knight y la coalición Recuperemos a Cheapside (Take Back Cheapside) organizaron una serie de caminatas llamadas Cómo Reimaginar la Narración Pública de Relatos de Cheapside para revelar la historia completa de la comunidad y promover el diálogo.

6.1 

Crear la expectativa generalizada de un año de servicio nacional y ampliar de manera considerable la financiación que se destine a programas o becas que les ofrecerían a los jóvenes oportunidades remuneradas para cumplir tal servicio. Estas oportunidades deberían existir no solo en AmeriCorps y en el estamento militar sino también en programas locales ofrecidos por gobiernos municipales, medios locales de comunicación y organizaciones sin fines de lucro.

Una forma de inspirar el compromiso con la democracia constitucional de Estados Unidos y con los demás es el servicio nacional. Los programas federales de servicio, como AmeriCorps, y muchos programas que funcionan en las comunidades y son gestionados por estados y municipalidades les ofrecen oportunidades de servicio a los estadounidenses de todas las edades. Estos programas de servicio conllevan beneficios que van más allá de su ostensible objetivo. Además de servir a las comunidades, benefician a las personas que participan en ellos. Les ofrecen a sus participantes una vía a la movilidad social. Por una parte, les permiten adquirir habilidades, formar redes y explorar opciones profesionales; y por otra, les ayudan a establecer relaciones interpersonales y a desmantelar barreras de tipo racial, religioso, ideológico y geográfico, entre otras. A medida que el servicio se generalice, se crearán cohortes de personas que ya lo hayan cumplido —quienes representarán diversos antecedentes y puntos de vista— y que tendrán en común esta experiencia de servicio al país.

Una forma de financiar las oportunidades de servicio nacional sería a través de bonos de inversión para cada recién nacido. Por cada niño que naciera en Estados Unidos, el gobierno depositaría diez mil dólares en un plan de ahorros con ciertas ventajas tributarias. Cuando el niño llegara a la edad adulta, cumpliría un año de servicio nacional después del cual recibiría los fondos de esta cuenta. Los fondos de quienes no cumplieran el año de servicio se devolverían al gobierno.

La Comisión no está de acuerdo con que el servicio nacional sea obligatorio. Prefiere la estrategia de establecer la expectativa universal de servicio nacional. Una nueva cultura de servicio nacional, basada en la expectativa universal de que los jóvenes lo cumplirían, no solo los inspiraría a ellos a aprovechar las oportunidades existentes para hacerlo, sino que conduciría además a una proliferación de oportunidades nuevas. Garantizar que los empleadores y las universidades valoren la experiencia de servicio de sus empleados y estudiantes contribuirá a afianzar esta cultura de servicio nacional.

Hay muchas formas de cumplir el servicio, desde los programas para quienes deciden tomar un año libre antes de entrar a la universidad hasta los programas comunitarios. Los jóvenes no deberían tener que marcharse de su comunidad para hallar oportunidades de servicio. Cuando se retiren de la fuerza laboral los llamados baby boomers —las personas que nacieron entre 1946 y 1964, durante el auge de natalidad posterior a la Segunda Guerra Mundial—, los gobiernos municipales necesitarán nuevas capacidades y conocimientos especializados locales, y los jóvenes pueden ayudar.

En cualquiera de sus manifestaciones, el servicio tiene que ser de acceso universal. Las oportunidades de servicio deben ser remuneradas. De lo contrario, se convertirán en lo que ya son demasiados programas de servicio hoy día: situaciones privilegiadas que solo están al alcance de quienes pueden darse el lujo de aprovecharlas. Mediante la ampliación considerable de la financiación para las oportunidades de servicio, el Congreso, las fundaciones comunitarias y los gobiernos municipales pueden garantizar que todos tengan acceso a ellas.

6.2 

Lanzar una iniciativa Contemos el Relato de Nuestra Patria —que coincida con los 250 años de la Declaración de Independencia— con el fin de hacer participar a las comunidades de todo el país en conversaciones directas, inclusivas y sin resultados predeterminados sobre el relato complejo y en constante evolución de Estados Unidos. Estas conversaciones, dirigidas por organizaciones de la sociedad civil, les permitirán a los participantes de todos los puntos del espectro político explorar sus sentimientos y esperanzas acerca del país.

«Para mí, la clave está en la historia. Y creo que es una dimensión fundamental aquí. No nos estamos contando la verdad acerca de nuestra historia».

—Nueva York (Nueva York)

 

Las descripciones polarizadas de la historia estadounidense —tanto las triunfales como las genocidas— siguen dividiéndonos e impiden la colaboración cívica productiva. Uno de los grandes retos a los que se enfrenta el país es cómo fusionar lo bueno y lo malo de la historia de Estados Unidos en interpretaciones compartidas de los hechos con las que pueda estar de acuerdo, en líneas generales, una población diversa. Estas interpretaciones deben hacerles justicia tanto a los valores democráticos esenciales como a nuestras frecuentes fallas mayúsculas para estar a su altura. La esclavización de seres humanos y el genocidio de los pueblos indígenas originarios forman parte de la historia estadounidense, así como lo es la invención del constitucionalismo moderno que se basa en derechos. Tenemos que reconocer todos estos relatos.

Los 250 años del establecimiento de Estados Unidos, que se cumplen en 2026, constituyen una oportunidad excepcional para que participen personas de todos los estados en conversaciones destinadas a contar y entender el relato en evolución del país. En un momento en que nos preocupamos por el hecho de que solo las tragedias nacionales acercan, descubrir los relatos y las interpretaciones de los hechos que nos unen —y evaluar los que nos dividen— es esencial para el ejercicio de la ciudadanía democrática. Sentemos nuevos cimientos para superar la polarización, crear espacios para la colaboración y sembrar las semillas del surgimiento de nuevas interpretaciones de la historia estadounidense.

Para que surjan nuevas interpretaciones, la Comisión recomienda el lanzamiento de una serie de conversaciones comunitarias que se centren en un conjunto de preguntas que les permitirían a los participantes explorar los sentimientos y las esperanzas que tienen acerca del país, al tiempo que sacan a la luz y abordan la gama completa de relatos que forman nuestra compleja historia. Estas conversaciones deben realizarse en conjunción con organizaciones como la Federación de Juntas Consultivas Estatales en las Humanidades (Federation of State Humanities Councils) para que se lleven a cabo en los cincuenta estados y en todos los territorios.

  • Desde 2015, la Federación de Juntas Consultivas Estatales en las Humanidades ha dirigido tres iniciativas importantes a escala nacional en las que comunidades de los distintos estados y territorios participaron en conversaciones sobre asuntos de interés apremiante, como la función que el periodismo y las humanidades desempeñan en una democracia.

Cualesquiera que sean las interpretaciones nuevas que surjan de estas conversaciones, deben ser sinceras acerca del pasado sin caer en el cinismo, y deben demostrar gratitud hacia los líderes fundadores y transformadores del país sin rayar en la deificación. Deben reconocer nuestras faltas y enorgullecerse de los avances que hemos logrado. Deben contender con las razones por las que hemos tenido que reinventar periódicamente nuestra democracia constitucional y la forma en que lo hemos hecho. Deben expresar con claridad aspiraciones en cuanto a la elevación de la democracia a nuevas cimas en el siglo XXI. Procesar la forma en que nos contamos relatos sobre nosotros mismos es una parte necesaria de la renovación de la capacidad para trabajar en equipo en pro de la democracia constitucional.

Eric Liu, copresidente de la Comisión, pronuncia un sermón durante el Sábado Cívico en el Impact Hall de Seattle el 5 de octubre de 2019.
Eric Liu, copresidente de la Comisión, pronuncia un sermón durante el Sábado Cívico en el Impact Hall de Seattle el 5 de octubre de 2019.

6.3

Lanzar una iniciativa filantrópica para apoyar el ecosistema creciente de la sociedad civil de reuniones, ceremonias y rituales cívicos centrados en las dimensiones ética, moral y espiritual de nuestros valores cívicos.

En nuestro sistema de autogobierno es esencial que haya un espíritu determinado: lo que John Dewey llamó «fe democrática». Dicho de forma llana, la democracia solo funciona si un número suficiente de ciudadanos creemos que funciona. Cuando el sistema democrático da resultado en favor de la mayoría, esa convicción está bien presente y se nota muy poco. Cuando el sistema se tambalea, la fe mutua se evapora y nos damos cuenta de cuán delicada y fugaz es en realidad.

La fe democrática requiere que se la cultive. Requiere cultura: rituales o ceremonias compar­tidas y formas deliberadas de distraerse, trabajar, analizar, contar relatos, conversar y reunirse que le permitan al ciudadano corriente encontrar el sentido moral de nuestros tiempos en compañía de otros, y tratar de cerrar la brecha entre los ideales elevados del estadounidense y la realidad, que sigue siendo injusta.

En esta época en que la confianza y el propósito común se deterioran en Estados Unidos, surgen grupos y reuniones de personas para cultivar de nuevo las convicciones y prácticas éticas que le dan vigor al autogobierno inclusivo. Este es un campo dinámico en el que aparecen ejemplos nuevos frecuentemente (el sitio web de la Comisión, www.amacad.org/ourcommonpurpose contiene una lista actualizada). Entre las docenas de ejemplos se cuentan los siguientes:

  • La Coalición #EscuchemosPrimero (#ListenFirst Coalition) reúne docenas de iniciativas de todo el país destinadas a enseñar el hábito de escuchar con compasión en la vida cívica.
  • Conversaciones de Salón (Living Room Conversations) ha dado lugar a cientos de reuniones entre personas de distintas tendencias ideológicas con el fin de generar empatía que trascienda las diferencias. En estas conversaciones, que se realizan en hogares, se hace énfasis en los valores y en los relatos sobre el origen de estos valores antes de pasar a los asuntos relacionados con políticas públicas.
  • El Proyecto Estadounidense (The American Project), de Pepperdine University, ha fomentado nuevas conversaciones públicas sobre lo que ellos llaman «un conservadurismo de vínculos». Con ellas se pretende contrarrestar el poder pulverizante y de corrosión moral tanto de los mercados como del Estado.
  • La iniciativa A Tejer (Weave) del Instituto Aspen, fundada por David Brooks, columnista del New York Times e integrante de esta Comisión, está creando un movimiento de «tejedores de la trama social», por el cual se invita a personas con diferencias ideológicas, raciales y regionales a trabajar en equipo.
  • La organización sin fines de lucro Universidad del Ciudadano (Citizen University), dirigida por Eric Liu, copresidente de la Comisión, realiza una reunión periódica llamada Sábado Cívico, que es el análogo cívico de una reunión de fieles. También dirige un Seminario Cívico en el que se capacita a líderes catalizadores provenientes de comunidades de todo el país para dirigir estas reuniones. Hoy día, los Sábados Cívicos forman parte de la diseminación de un renacimiento cívico en más de setenta y siete ciudades y pueblos del país.

Creemos que estos trabajos incipientes requieren una infusión de apoyo coordinado para que puedan progresar juntos dentro de un ecosistema próspero. Este apoyo debe surgir no solo de organizaciones establecidas en el ámbito del trabajo cívico, sino de instituciones y asociaciones de todo tipo, y en todas las escalas y sectores. Esta iniciativa activaría a los financiadores y a otros interesados que tengan el poder de convocar a un público y de contar relatos, para fomentar una cultura de mayor espíritu cívico.

6.4

Aumentar la financiación pública y privada de campañas en los medios de comunicación y de iniciativas de interpretación de los hechos en las comunidades de base sobre cómo revitalizar la democracia y estimular el compromiso mutuo y con la democracia constitucional.

«Creo que es una pregunta excelente. No sé si me la habían hecho antes, ¿sabe?... También me pregunto: ¿en qué medida entendemos lo que es la democracia?»

—Bangor (Maine)

 

Los candidatos, los partidos políticos, los comités de acción política y otros interesados vierten en cada ciclo electoral miles de millones de dólares en propaganda y en iniciativas de defensa de diversas causas. Esta labor se realiza con precisión: los hogares y los votantes reciben mensajes sumamente específicos cuya finalidad es impulsarlos a acudir a las urnas o desalentarlos para que no lo hagan. Los noticieros por cable dedican muchas horas del tiempo de emisión a una cobertura que se centra en los detalles de la competencia en vez de prestar atención a las políticas propuestas por los candidatos sobre los temas de fondo. En comparación, casi no se dedican recursos a estimular a los estadounidenses a participar en todas las demás manifestaciones del ejercicio de la ciudadanía democrática, especialmente en el ámbito local. Y no solo eso, sino que en el ecosistema actual de los medios de comunicación se gastan enormes cantidades de tinta y de tiempo de emisión a asuntos polarizantes. ¿Qué tal si apenas una pequeña parte de esas iniciativas se dedicara a promover conversaciones con comunidades de base y a recordarnos la importancia del ejercicio de la ciudadanía democrática? Hay varios buenos ejemplos que podríamos perfeccionar:

  • El Proyecto Púrpura por la Democracia (Purple Project for Democracy) inició una campaña en noviembre de 2019 para restablecer la sensibilización hacia la democracia, formar comunidades e impulsar el compromiso cívico. Su finalidad es diseminar mensajes no partidistas sobre la importancia de la democracia a través de podcasts, redes sociales y campañas encabezadas por usuarios influyentes de las redes sociales.
  • La campaña de concientización pública Soy Votante («I am a voter»), organizada por la Agencia de Artistas Creativos (Creative Artists Agency), recibió más de dos mil millones de comentarios en las redes sociales entre junio y noviembre de 2018. Esta iniciativa y otras patrocinadas por esta entidad son ejemplos del papel que desempeñan la cultura y las marcas comerciales en el apoyo del trabajo de las organizaciones sin fines de lucro que se concentran en la democracia.

Los fondos privados y públicos pueden financiar tareas de impulso de causas que le infundan nueva vida a la democracia e inspiren el deseo de compromiso con la democracia constitucional estadounidense y con los demás. Estos empeños deben centrarse más en plantear preguntas que en ofrecer respuestas; sus mensajes deben ser ubicuos; deben promover la participación continua y la deliberación constructiva; y deben esforzarse por tender puentes sobre las líneas divisoras partidistas.

6.5

Invertir en instructores de civismo y en educación cívica para todas las edades y en todas las comunidades mediante planes de estudio, evaluación continua de los programas, formación de los maestros y un programa federal que reconozca los logros en el aprendizaje cívico. Estas medidas deben abarcar experiencias de aprendizaje cívico para la comunidad completa (de kínder al grado 12 y para adultos).

En la recomendación final volvemos al elemento más básico de todos: la educación. En 1787, James Madison le escribió a Thomas Jefferson: «Por encima de todas las cosas, espero que se atienda a la educación de la gente del común; estoy convencido de que podríamos confiar con la mayor seguridad en su buen juicio en cuanto a la conservación del debido grado de libertad».66 Una democracia constitucional exige que sus ciudadanos no solo se comprometan a lograr su propio éxito y el de cada uno de sus conciudadanos, sino a adquirir los conocimientos, las habilidades y las costumbres que les permitan participar plenamente en el proceso democrático.

«Ni en nuestros sistemas escolares ni en otros aspectos de la comunidad estamos bien informados sobre qué significa participar en la democracia; tampoco sabemos el significado de democracia, aparte del teórico».

—Charlotte (Carolina del Norte)

 

En los estados de Florida, Massachusetts, Colorado, Illinois y Arizona se han aprobado recientemente leyes que le dan un nuevo impulso a la educación cívica desde kínder hasta el grado 12, así como entre adultos jóvenes. Los nuevos planes de estudio de educación cívica que son más prometedores no se quedan solo en enseñar cómo un proyecto de ley se transforma en ley, sino que integran los conocimientos cívicos esenciales con experiencias prácticas de la democracia misma a través de programas en los que se incluyen los proyectos cívicos, el aprendizaje de servicio, el gobierno estudiantil, la capacitación en debates y la elaboración participativa de presupuestos. Las iniciativas más prometedoras deben financiarse y ampliarse a escala invirtiendo en programas de educación cívica y en oportunidades de formación profesional para los educadores de todas las comunidades. Los programas de evaluación continua —que se adopten a modo de normas estatales en todo Estados Unidos— servirán para establecer prácticas óptimas, y los programas federales y estatales de otorgamiento de distinciones reconocerán los logros en el aprendizaje cívico de los estudiantes y las escuelas, y los motivarán.

No obstante, la Comisión reconoce la necesidad de ampliar las oportunidades educativas fuera de las escuelas. Los adultos estadounidenses, sea que estén recién llegados al país o a un estado, o que simplemente necesiten un repaso, también se beneficiarían de un mejor acceso a la educación cívica. Los programas de educación cívica —realizados en espacios como las bibliotecas públicas, las universidades y en las fundaciones comunitarias— les ayudarán a todos a orientarse en el sistema político; a evaluar datos y fuentes de los medios de comunicación; a debatir y comentar temas polémicos; y a fortalecer los cimientos espirituales, morales e intelectuales de la democracia.

A medida que nos acercamos a la conmemoración de los 250 años de la creación del país, la educación cívica debe ir más allá de enseñar nombres y fechas, e incluso de impartir experiencias prácticas. El ciudadano estadounidense de hoy debe estar preparado para reconocer los errores cometidos en el país, admitir que hemos luchado con denuedo a lo largo del tiempo para mejorar esta unión imperfecta, enorgullecerse de estas pugnas y reconocer que todos estamos incluidos en la mejor versión de esta unión. Proponemos que los ciudadanos de hoy deben poder lidiar con el debate y los argumentos continuos, ser capaces de participar en ese debate, llegar a acuerdos mutuos y, a partir de todo esto, hallar su propio amor por la patria.

Endnotes